PRESENTACIÓN DE EL OJO DE MIRÓ EN BARCELONA

En 1978, Jean Marie del Moral, un jovencísimo fotógrafo, enviado especial del diario L’Humanité, entra por primera vez en su vida en el taller de un pintor. Ese pintor era Joan Miró. En las colinas aledañas a Palma de Mallorca, Del Moral descubre el estudio en color blanco que el arquitecto Josep Lluís Sert había diseñado para el pintor catalán. La limpidez de la luz, los lienzos amontonados sin terminar y los muebles tradicionales, combinados con las elegantes vitrinas de madera clara en las que se alineaba todo tipo de objetos recolectados por Miró en paseos y viajes, hacen de ese impacto visual un acontecimiento que cambiará la vida del fotógrafo. A partir de ese momento no dejará de fotografiar a pintores y escultores.

Durante todo un año, todos los lunes, día de cierre al público de la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Jean Marie del Moral (para el que los vigilantes dejaban abiertas las vitrinas) sacaba uno tras otro, a fin de fotografiarlos, todos los objetos que habían interesado a Miró por su forma o color. De igual manera, deambuló por los dos talleres para fotografiar su arquitectura, el mobiliario, las herramientas, la luz, las tarjetas postales pinchadas en las paredes, los grafitos dejados por el pintor o su colección de «curritos», las marionetas populares que parecen salidas de sus cuadros. De todo ello resultó un conjunto excepcional de fotografías de objetos que, radiantes de energía, remiten a los cuadros de Miró: un círculo negro que es el ojo de un ratón de cartón, los colores verdes lisos que decoran los siurells, el punto rojo de la cabeza de un alfiler…

Estas fotografías revelan asimismo los fulgores de Miró. El trozo de madera gastada, la pluma de ave, la baratija de plástico y el juguete multicolor eran para él interlocutores privilegiados. De un vistazo a cualquiera de ellos sacaba la primera pincelada de un cuadro o la clave para terminar otro. Las fotografías de esos objetos no llevan pie, intencionadamente. La descripción de lo fotografiado no es importante. Miró no eligió esos objetos por su origen. Lo que lo empujó a llevarlos consigo fue su magnetismo, su singularidad, su libertad, su poética. Para llamar la atención sobre ellos, Miró jamás habría dicho: «Miren ese trozo de madera, esa piedra, ese siurell». Simplemente: «Miren qué hermosura».

En uno de los cuadernitos del pintor, fechado en 1941, Jean Marie del Moral encontró una frase premonitoria «Editar un libro con bellas fotos de objetos encontrados por mí, y para enriquecerlo añadir un grabado o una lito en color con un texto poético o un poema, o incluso un poema mío, si encuentro uno». Las fotografías de Jean Marie del Moral no solo responden magistralmente a este deseo del pintor sino que además realizan una excelente y exhaustiva semblanza de los talleres de Miró.