Francesca Woodman

FRANCESCA WOODMAN

08-09-2009 / 24-10-2009

Francesca Woodman

La Fábrica Galería presentará en colaboración con el Estate of Francesca Woodman  la primera exposición individual de Francesca Woodman (1958 Denver-1981 Nueva York) en una galería de arte en España. Después de su reciente retrospectiva en el Espacio AV de Murcia la exposición en la galería incluirá 15 fotografías en blanco y negro de diversos períodos de la artista, así como la proyección de «Selected Video Works» (1975-1978), que presentaremos gracias a la colaboración de la galería Marian Goodman de Nueva York.

«Las cosas parecen extrañas porque mis fotos dependen de mi estado emocional… Se que eso es verdad y he reflexionado sobre ello mucho tiempo. En cierto modo, me hace sentir muy bien, mucho» (Francesca Woodman).

Francesca Woodman fue una excepcional fotógrafa cuyas inquietudes perduran mucho después de su temprana muerte a los 23 años en forma de misteriosas imágenes. A Woodman le interesaba principalmente el retrato, y centró mayoritariamente su producción sobre su propio cuerpo, habitualmente desnudo. Con un marcado carácter autobiográfico, sus fotografías la muestran en escenarios melancólicos, habitaciones en las que la artista retrata la soledad, el olvido y el paso del tiempo.

La obra de Fracesca Woodman alude permanente a un desnudamiento radical, esto es, a un gesto en el que literalmente se deja la piel. Sin embargo, cuando contemplamos las fotografías de Woodman no queremos desnudar a nadie sino recuperar el cuerpo que termina por adquirir una apariencia fantasmal.

Esta mujer que, literalmente, desaparece en sus autorretratos, formulando la alteración del yo a la manera de Rimbaud, como afirma Fernando Castro Flórez, se sentía, en cierta medida, frustrada porque sus proyectos resultaban ridículos, completamente ilógicos o ilegibles. «Si en sus últimas obras parecía que pretendiera convertirse en una cariátide o en una bacante, en realidad lo que estaba haciendo era radicalizar su estrategia de desplazamiento. Acaso soñaba con convertirse en cosa.

En la obra de Francesca Woodman tenemos una lógica, al mismo tiempo, del sentido y de la sensación, en esa profundidad de la superficie, en la frontera epidérmica que nos protege, precariamente, del mundo, sin por ello dejar de sedimentar todas las circunstancias y, al fin, ser humana carnalidad del mundo. Su pensamiento-en-cuerpo es rítmico, espaciamiento, latido, dando lugar al tiempo de la danza, el paso del mundo.»

En la obra de Francesca Woodman -señala Chris Townsend- el cuerpo mismo deviene ambiguo. Toda la escenografía de la desnudez finalmente remite a una suerte de deseo angélico. Lo que hizo Woodman es abrir la posibilidad de minar el control que ejerce la fantasía sobre nosotros por la vía de una sobreidentificación con ella, es decir, por la vía de abrazar simultáneamente, en el mismo espacio, toda su multiplicidad de elementos fantasmáticos.

Todos sus intensos gestos trasmiten la experiencia de la soledad y la extrañeza que puede llegar a producir la propia piel. Fotografías de una inquietante fragilidad en las que, como Rosalind Krauss ha señalado, no hay nada de narcisismo.