EXPOSICION ITINERANTE
White Nights. Colección José Luis Soler
Timm Rautert y Tod Papageorge
Comisariado
Colección José Luis Soler
Información técnica
100 fotografías
Timm Rautert (Tuchel, 1941) fotografió el cabaret parisino Crazy Horse en 1976 para la prensa alemana. Fundado en 1951 por el artista Alain Bernardin, creador del Art du Nu, desarrolló un género único que se basaba en espectáculos con mujeres desnudas vestidas únicamente por la iluminación del escenario. Su fama fue tal que artistas como Salvador Dalí colaboraron con el diseño de mobiliario, y cineastas como Woody Allen utilizaron ese escenario para secuencias de sus largometrajes.
La revista ZEIT magazin encargó un retrato de su fundador al fotógrafo Timm Rautert, para acompañar un artículo sobre el cabaret. Rautert aprovechó su visita para fotografiar a las bailarinas en los camerinos.
Un año después de que Rautert fotografiara el Crazy Horse, en 1977, abrió en Nueva York Studio 54: un club nocturno en el centro de Manhattan. A pesar de la vida efímera del club –menos de 3 años–, su fama se disparó a nivel internacional por la cantidad de rostros conocidos que lo frecuentaban y que se mezclaba, en una amalgama equilibrada, con “gente corriente”. Studio 54 se convirtió en un símbolo de la inmoralidad y el libertinaje. En 1979 cerraron el club por el encarcelamiento de sus fundadores, acusados de evasión de impuestos y actividades ilegales (drogas, falta de licencias, etc.). El club reabrió en 1981, pero sin conseguir el éxito y el brillo de sus primeros tiempos.
En los años setenta, Tod Papageorge (Portsmouth, 1940) consiguió acceder gracias a Sonia Gordon Moskowitz, conocida fotógrafa de famosos, en la fiesta de Nochevieja de 1977 a 1978. No buscaba capturar a las celebridades y procuró alejarse de una representación literal o periodística en sus fotografías. Lejos de limitarse a retratar la ostentación y el glamour, Papageorge compuso marcos evocadores e inspeccionó el club en su forma escultórica, inspirándose en las imágenes de la vida nocturna parisina de Brassaï en la década de 1930.
Aunque ambos trabajos funcionan como reportajes periodísticos, el lenguaje documental y testimonial de las fotografías experimenta con la carga de la imagen y de información que puede llegar a ofrecer la fotografía. Más allá del interés periodístico o como documento de lo que sucedía en esos lugares, sus obras reflejan una búsqueda estética propia del momento —en la línea de la herencia del “estilo documental” iniciado por Walker Evans—, y plantean un cuestionamiento de la autenticidad o “verdad” del lenguaje fotográfico como reflejo de la realidad que les acerca al debate actual acerca de la relatividad del valor objetivo de la fotografía.