Mis mensajes en botellas de champaña, de Carlos Wynter Melo

Ant2 de 10Sig
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15 de agosto de 2007
Para: kclark@aol.com
De: nzuniga@yahoo.com
Asunto: Nancy en el mundo al revés.

Hola Kenneth,

Te informo con cierta alegría que mantengo una amistad –o mantuve una amistad– con un chico dominicano llamado César Gómez. Dudo de nuestra relación porque nos peleamos y quizás él ya no quiera saber de mí. Sin embargo, Kenneth, me agrada creer que volveré a encontrarlo en la playa y que hablaremos de esteros ocultos, delfines y música alternativa como lo hicimos por más de una semana.
El rompimiento con César –si es que hemos roto– me hizo tomar consciencia de lo lejos que estoy de casa. Habito el mundo al revés.
Me he acostumbrado a extender mi toalla, esa con una gran S de Supergirl y caricaturas a colores de la heroína, en una duna exacta durante las primeras horas del día. Entonces me desentiendo de todo.
¿Puedes verme con la imaginación, Kenneth? ¿Puedes asomarte por la ventana de tu cuarto y observarme con el bikini de caras felices que tanta risa te causa? ¿Puedes recordar mi rostro y mis gestos, Kenneth?
Cuando estoy acostada en la playa, encajo los audífonos en mis orejas y escucho Yo la tengo a buen volumen. Mientras la música hace volar elefantes infantiles, pienso en ti.
El viernes pasado, un chico con la piel tan oscura y reluciente como el té de manzanilla, se paró frente a mi cuerpo tendido. Su sombra iluminó mi piel como si fuera un sol negro. Su cabello tenía innumerables rizos tal como los tendría el astro rey si fuera azabache.
Me preguntó con un inglés horrible ¿qué música estaba escuchando? Tenía el torso desnudo y usaba un blue jean que se deshacía en hilachas a la altura de la rodilla.
Le contesté ansiosa porque hasta entonces no me había hablado nadie de mi edad. Mi padre y sus amigos rebasan los sesenta años.
Le dije que estaba escuchando Yo la tengo y le conté todo lo que sabía del grupo.
Luego empecé a enumerar mis canciones preferidas de Blonde Redhead, The Killers y Radiohead.
Y traduje algunos versos de Elephant Girl que, como sabes, me parece un himno amoroso y tierno.
Él me dejó monologar sin interrupciones. Parecía escucharme con atención serena.
Aún ansiosa, le urgí a que hablara. Y bromeé: Parece que te comieron la lengua los ratones. Y entonces fue que me dijo, con un enojo incomprensible, que si sólo me sabía canciones en inglés. Me sentí diminuta como un insecto. Pero, de inmediato, supe que él era el insignificante: era él quien estaba mal. Después de escupirme la queja, se paró y se fue.
Regresó al día siguiente. Llevaba, a diferencia del día anterior, un T-shirt que le cubría el torso. La cara enorme de Bob Marley estaba estampada al frente de la playera, cosa que me pareció una estupidez porque Marley, que yo sepa, nunca cantó en español o italiano. A pesar de todo, sin demostrarlo, me sentí aliviada de que César hubiera vuelto.
Le di más espacio para que hablara. Y habló. Habló incansablemente. Dijo que era muy hombre y después nombró cada una de las muchas novias que tenía.
Y a mí qué me importa, pensé. Pero no se lo dije. Solo sonreí.
Después de un rato, me dijo que tenía una cita con una de sus mujeres y que debía irse. Yo pensé que nunca me enredaría con un macho retrógrado como él.
Pero regresó, y nuestras conversaciones se hicieron más llevaderas y comenzó a caerme mejor. Me contó de cuevas marinas que pocos conocían y de lugares en que los delfines se dejan acariciar las aletas. Prometió llevarme a cada uno de esos sitios secretos.
Llevábamos seis días coincidiendo, cuando tuvimos nuestra discusión. La conversación que sosteníamos, de pronto, quedó en blanco. Él se quedó mirándome y, sin aviso, intentó darme un beso. Me moví y cayó de bruces. Me pareció jocoso el accidente porque, cuando se levantó, César escupía arena. Pero no me reí, no me reí para nada.
Whots yor problem, man?, le dije con mi inglés callejero más eficaz.
¿No era lo que querías?, respondió él. ¿No era eso lo que querías? ¿No has estado insinuándote?
Le dije que mejor se fuera y eso hizo. Desde entonces, no ha vuelto.
Y otra vez estoy sola, Kenneth. Mi padre es el único que insiste en hablar conmigo pero, con él, no quiero hablar. Deseo que César vuelva.
Y deseo que Kenneth me escriba. Por lo menos un párrafo. Que por lo menos me mande un saludo…

XOXO,

Nancy

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