Frente a tanto apocalipsis junto, la Cultura se presenta como un santuario. Ya sea a través de las notas de una sinfonía, las acciones de una performance o el brillo de una escultura fabricada con luces LED, la Cultura reúne. Mezcla. Inspira. Es ella la que propicia la verdadera comunicación humana, ésa que trasciende el intercambio de palabras para sembrar ideas. La Cultura, además, invita a desoír el ruido y a reconectar con lo que realmente importa. Ahora más que nunca.

La Cultura no es entretenimiento sin más, sino un recordatorio permanente de nuestra naturaleza compartida. A través de la literatura exploramos mundos desconocidos y empatizamos con vidas distintas a las nuestras. La poesía, con su lenguaje simbólico, nos permite expresar lo abstracto, captar lo efímero y celebrar lo eterno. El teatro, con su escenificación de la condición humana, nos hace reflexionar sobre nuestras dudas y decisiones. La música nos transporta a lugares donde las palabras no llegan, resonando en lo más profundo de nuestro ser.

Con el lema ‘Cultura como refugio’, PÚBLICA 25 quiere servir de recordatorio de todo esto que parecía tan evidente. En su 15 aniversario, el encuentro de profesionales de la Cultura organizado por el Círculo de Bellas Artes y Fundación Contemporánea aboga por poner en valor la experiencia que remite a la creación en un mundo sometido a asedio, urgido por las prisas y tentado por la superficialidad.

El profesor Nuccio Ordine dejó escrito hace años que “los hombres no son islas”. La Cultura insiste en que somos parte de un todo mayor, que nuestras historias individuales están entrelazadas en una narrativa global. Nos invita a escuchar con empatía, a dialogar con respeto y a construir puentes en vez de muros. Como en las asambleas improvisadas en la plaza o en las tradicionales tertulias en los cafés, PÚBLICA 25 se ofrece como foro para la palabra, la experiencia y el vínculo. En su próxima edición explorará las posibilidades de los refugios ecológicos, sociales e intergeneracionales. La Cultura no puede permanecer ajena a las emisiones de CO2, a los flujos migratorios o a la inteligencia artificial. Si lo hiciera no sería un refugio, sino un búnker. Una zona de confort nada reconfortante.

En la historia de la Humanidad no escasean los ejemplos de la Cultura como refugio en tiempos de turbulencias. La cabaña del naturalista Henry David Thoreau en Walden Pond es uno de los más icónicos. Thoreau se retiró a la naturaleza para buscar la esencia de las cosas en la serenidad y la reflexión. Su cabaña se evoca desde entonces como lugar seguro.

En la quietud de una sala de museo, la penumbra de un cine o el ajetreo de una librería de barrio encontramos hoy ese cobijo que tanto necesitamos. La Cultura ofrece un espacio para soñar, recordar o sencillamente ser humanos. Aporta el coraje necesario para plantar cara a los desafíos de nuestro tiempo. En el refugio cultural encontramos las herramientas para construir un mundo mejor. Uno donde la conexión y la creatividad florezcan, permitiéndonos algo más que (sobre)vivir.

José María Robles. Periodista. Asesor contenidos | PÚBLICA 25