Aquí y ahora 31 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández

Lunes 20 de febrero

Llegan los alemanes del Canal Arte a hacer un documental sobre la cultura en Murcia. Durante varias semanas te han bombardeado a correos y aún no sabes bien lo que quieren. Les has enviado una lista de artistas, galerías y espacios artísticos de la ciudad y al final han decidido ver lo que han querido. A las dos quedan contigo en la Fundación Newcastle. Después te filman paseando por las calles de Murcia. La gente te mira como si estuvieras grabando un anuncio de perfumes. En la plaza de la catedral tienes que hacer como que escribes sobre una mesa rodeado de libros y te entrevistan sobre el estado del mundo. Han leído la traducción alemana de Intento de escapada y quieren que expliques cuáles son los límites del arte para denunciar la injusticia. Hablas como un robot y tienes la sensación de no aclarar nada.

Terminas justo para llegar a la conferencia de Elide Pittarello sobre las relaciones entre pintura y literatura. Habla de Luis Martín Santos, Marsé, Chirbes y Marías. Y analiza el modo en que el arte funciona en su obra. Te quedas hipnotizado por su sabiduría. Y también por algunos de los textos que lee. Sobre todo, los de Marsé. Sales con la impresión de que no has prestado demasiada atención a la literatura de la que vienes. Al llegar a casa entras a internet y compras Si te dicen que caí y Últimas tardes con Teresa.

 

Martes 21 de febrero

A las siete de la mañana, te ves de nuevo con los alemanes para seguir la grabación. Quieren filmar a los ilegales de la gasolinera, igual que aparece en tu novela. Aunque a esa hora la mayoría ya han subido a los furgones para ir a trabajar al campo, todavía quedan bastantes. Ante la cámara, hablas de la explotación y de cómo una situación vergonzosa sigue produciéndose a la luz de los ojos de todo. Algunos momentos de Intento de escapada están inspirados en hechos reales, sobre todo lo que sucede en la gasolinera. Hace ya más de diez años que ayudaste a Mieke Bal a grabar un vídeo sobre la inmigración en Murcia y acudiste temprano a esa misma gasolinera. Más de diez años que conociste al chico en quien te inspirarte para el personaje de Omar. Parece que nada ha cambiado y que todo sigue en el mismo lugar. Otros rostros, quizá otras nacionalidades (más latinos), pero la misma espera, la misma situación vergonzosa, la misma oscuridad en pleno día.

 

Miércoles 22 de febrero

Entre tutoría y tutoría, charlas con Pozuelo sobre el último libro de Vila-Matas. Te adelanta las claves de su lectura. Hablar con él es aprender a leer. Después, en clase de inglés, tu profesor te comenta su experiencia con la ayahuasca y el peyote. Vuelves a sentir curiosidad, sobre todo por la ayahuasca. Si no fueras tan temeroso, ya habrías intentado acudir a algún ritual

Comes con Marta y habláis de tu novela. Le ha gustado el final y el nuevo título. A media tarde, el Madrid pierde en Valencia. Por la noche, ves Colony con Raquel. Es una de las series que más disfrutas ahora. Invasión extraterrestre y resistencia humana. Es una fórmula que no falla.

 

Jueves 23 de febrero

Por la mañana, clases en Filosofía. Sigues con Baudelaire y El pintor de la vida moderna. Lo analizas casi párrafo a párrafo. Hoy te demoras en la idea del artista como hombre de la multitud. Hablas de Poe y Sophie Calle. Del anonimato y del detective. De las fronteras entre lo público y lo privado.

Terminas de leer Cronografías. Arte y ficciones de un tiempo sin tiempo, el libro de Graciela Speranza que presentas el viernes en Madrid. Llevas toda la semana con él, tomando notas y subrayando sin parar. Es, sin duda, el ensayo que te habría gustado escribir. Entra de lleno en el tema que te obsesiona desde hace unos años, la temporalidad en el arte contemporáneo. Y, sobre todo, lo hace del modo que más te seduce: a través de un tono cercano a lo literario, desde el punto de vista del espectador, pensando con las obras, desde ellas, siendo consciente de que el arte piensa y que la escritura es un modo de acompañamiento. Te fascina, además, que en su corpus de trabajo mezcle el arte visual y la literatura, que hable al mismo nivel de Christian Marclay, Gabriel Orozco, Patricio Pron o Karl Ove Knausgard. Y que en todos intuya una preocupación común: la toma de conciencia de que el mundo en que vivimos está siendo devorado por el tiempo y que es necesario explorar y desplegar modos alternativos de experiencia: contratiempos, anacronismos, saltos, expansiones…, alteraciones del tiempo monocrónico de la contemporaneidad capitalista.

 

Viernes 24 de febrero

Coges el tren de las seis de la mañana. No consigues dormir demasiado y llegas a Madrid cansado. Visitas ARCO y apenas puedes ver nada. Cada vez conoces a más gente y es casi imposible avanzar por los pasillos sin pararte a saludar. A este ritmo algún día del futuro ni siquiera pasarás de la puerta. Quizá no sea tan grave. En el fondo, no tienes claro a qué vas ahí. Tomas nota de algún artista que te interesa para lo que estás escribiendo, pero todo te resulta ya ajeno y falto de interés. Te satura, te abruma y tienes la sensación de que te estás quedando fuera poco a poco. No sabes si el arte te expulsa o eres tú el que se ha movido del sitio. Pero lo cierto es que muy pocas son las cosas que te emocionan. Y mucho menos así, todo junto y en barullo. Por otro lado, lo que no toleras es la banalización de los apocalípticos. El modo en que ARCO aparece en las noticias como si todo fuera una impostura y un lugar de conspiración de los expertos contra el espectador común. ARCO es una feria de arte, no una exposición. Hay gente que aún no lo ha entendido. El mercado tiene sus propias reglas. El impostor eres tú, no el arte. Aun así, mientras caminas por los pasillos se te ocurren algunas ideas para un ensayo de esos que nunca llegarán.

A las siete, en La Central del Reina, presentación del libro de Graciela Speranza. Están también Inés Katzenstein y Estrella de Diego. Hablas de la envidia que te produce el libro, de su escritura precisa y elegante y de su modo de trabajar un tema tan central como el tiempo. Te sientes cómodo y te alegras de volver a encontrarte con Graciela, a quien conociste en Medellín hace ya más de cinco años. Desde entonces no has parado de leerla y te has convertido en un admirador de su trabajo. También de su humildad y su generosidad.

Tras la presentación, viene de golpe el cansancio y decides recogerte. Duermes en casa de Pablo y Aurelia. Su generosidad también es grande. Cenas con ellos, Ana, Damien y Raúl. No tienes la cabeza para hablar inglés, pero aguantas el tipo como puedes. Todo está delicioso. Sobre todo, los whiskies del final. Y, por supuesto, la conversación.

 

Sábado 25 de febrero

Despiertas perfecto, sin resaca y descansado. Desayunas el porridge que te ofrece Pablo y, tras una charla agradable sobre los espacios de la escritura, sales a pasear por Madrid. Sin haberlo previsto, te topas con la sede de JustMAD y te encuentras de nuevo dentro de una feria de arte. Al salir, te asomas a la iglesia del Padre Ángel, que está puerta con puerta con la feria. Frente a esa solidaridad real, la estética relacional y las aspiraciones sociales del arte se caen todas al suelo.

Visitas la exposición de Houdini en la Fundación Telefónica y no le encuentras demasiado sentido. No a Houdini, sino a la exposición. Te interesa más la instalación de Leandro Erlich y sus trucos perceptivos. Después, entras a la sala Alcalá 31 y te demoras ante El mundo el llamas, la obra de Fernando Bryce sobre la que has decidido escribir para un reader sobre arte y temporalidad.

Antes de coger el tren, pasas unos minutos por la cuesta de Moyano y te sorprende encontrar allí El instante de peligro. Ya está de saldo. Estás tentado a comprarlo.

En el tren, le echas un vistazo a los libros que has comprado y lees de un tirón La urugaya, la última novela de Pedro Mairal. Habías disfrutado con El año del desierto, pero esta pequeñita novela te cautiva. Una leve historia de amor, un pequeño viaje, un momento en el que todo cambia, una confesión. Es un libro sencillo, directo, pero delicioso. Lo acabas emocionado.

 

Domingo 26 de febrero

Todo el día subiendo el curriculum a la página de investigación de la universidad. Llevas cinco años sin actualizarlo y vas a necesitar toda la semana. La aplicación es delirante.

Después de comer, acudes con Raquel al tanatorio. Ha muerto la hermana de Mari Trini. La viste precisamente el lunes pasado. La vida se va en un segundo. Comienzas a pensar en la contingencia de todo. Llevas así un tiempo, y estas cosas traen de nuevo el pensamiento. Siempre te ha obsesionado la muerte de los demás. Es el verdadero temor. El dolor de la pérdida. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, comienzas también a ser consciente de tu propia mortalidad, de que todo puede acabar en cualquier momento. Es una extraña sensación de finitud que jamás habías tenido. Por supuesto, haces planes para el futuro. Estás ilusionado por todo lo bueno que pueda venir. Pero, aun así, casi inconscientemente, comienzas a mirar más el presente, el aquí y ahora. El futuro se ha achatado, casi lo tocas con los dedos. Todo se vuelve provisional. Quizá sea mejor así. La vida, en el fondo, es provisional.