Enhorabuena por el Nobel, por Sergio del Molino

Hoy se anuncia el Nobel de literatura. Tal vez, mientras usted lee esto, ya sabe su nombre. Yo no, porque lo escribo ayer. Escribir es siempre hablar desde el pasado. Yo estoy ayer y usted está mañana, pero fingimos que estamos a la vez, que nos encontramos en el tiempo de lectura. En fin, no alargo las digresiones, que tampoco me van a dar el Nobel por hacerlas. Decía que hoy entregan el Nobel, ese premio que gusta cuando se da a un escritor desconocido de país exótico, que deja el cuerpo tibio cuando se lo dan a alguien obvio y bien conocido y que provoca intensísimas discusiones cuando se lo dan a un cantante.

Lo de que guste cuando se da a un escritor desconocido de país exótico se resume en tres casos: 1) permite a los poquísimos que lo han leído fardar de conocimientos iniciáticos y convertirse, por unos días, en influencers de luces cortas; 2) exime a los opinólogos de opinar, alegando que no le conoce ni su primo; 3) da motivos a los tuiteros para celebrar que no se lo han dado ni a Murakami ni a Marías.

Pero estoy haciendo digresiones de nuevo. Céntrate, Del Molino, así no te vas a postular nunca.

De no haber mediado un proceso de destrucción de España tal y como la hemos conocido desde hace cuarenta años, tal vez nos habríamos dedicado esta semana a las tan socorridas y entretenidas quinielas del Nobel. Esas que nunca se aciertan y que se ponen en la casa de apuestas Landbrokes, esas que incluyen siempre a Paulo Coelho, aunque sólo sea por fastidiar.

Yo, que no juego ni la lotería de Navidad, no tengo opinión ni candidatos. No sé nada de la Academia Sueca, no puedo aportar cotilleos privilegiados ni tengo la capacidad de influencia de echar a correr rumores tóxicos sobre postulantes. Del antes, me interesa poco, pero del después, me interesa todo. Me encantan las reacciones, las interpretaciones, los adjetivos, los argumentos a favor y en contra. Gozo con la exaltación ajena y a veces me dejo llevar por ella.

De entre todos los argumentos, el que más me gusta es el de la justicia o injusticia. Un premio justo, dicen. O es una injusticia porque se lo han dado a Fulano antes que a Mengano, y esto es terrible, porque, en general, los premios Nobel tienen una edad, y se entiende que, si se lo dan a Fulano, que es un escritor equiparable o parecido a Mengano (porque son del mismo país, han tratado los mismos temas, tienen un peso parecido en su propia tradición literaria, etc.), significa que a Mengano no se lo pueden dar hasta pasado un tiempo, por dejar espacio entre escritores blancos o judíos o bizcos. No se puede premiar a dos escritores bizcos en años consecutivos, sería una injusticia para los escritores con la convergencia ocular correcta. Y como Mengano tiene una edad avanzada, se da por hecho que morirá antes de que se planteen dárselo, y morirá sin Nobel, luego, repitamos todos juntos: ¡qué injusticia!

Yo soy práctico y simple: si te dan el Nobel es porque lo mereces. Y punto. No en un sentido teleológico de merecimiento, sino porque nunca se lo dan a una figura irrelevante. Podrá gustar más o menos e incluso podrás cuestionar su condición de literato, dado que se dedica a cantar, pero no puedes negar su relevancia y solidez. Son figurones, gente que ha levantado obras originales que ha tocado de algún modo el Zeitgeist. Tal vez tú pienses que todo eso no vale un pimiento, pero, por suerte, tu opinión no es relevante, y la obra de los premiados, sí.

Que haya muchos escritores, probablemente mejores, más penetrantes, más influyentes y más decisivos, que nunca recibirán el premio Nobel no es injusto. No es, de hecho, nada, porque tener o no tener un Nobel no altera la calidad, profundidad o influencia de una obra literaria. Ni convierte en mejor al premiado ni hace peor al no premiado, porque el Nobel, a diferencia de otros premios, no es un concurso de talentos, sino un reconocimiento cuasipóstumo concedido a artistas que ya han dado todo lo que tenían que dar. Es una forma de dar las gracias por todo lo que el escritor ha hecho.

Así que, desde ya, celebro el nuevo premio Nobel de literatura, que es muy bueno y muy merecido, sea quien sea el premiado.