Fajas despectivas, por Sergio del Molino

 

Nunca he comprado un libro por su faja. Los he comprado a pesar de sus fajas. Los desfajo nada más pagarlos y, si no tengo marcapáginas, doblo la faja y la uso como tal sin leerla. Sé que los editores le dan mucha importancia. Mis libros salen con faja y no me he negado a ello, incluso he colaborado y he quedado en deuda con amigos que me han escrito un blurb, que es la frase promocional que se pone en la faja. Me entrego a ello con gusto porque soy muy bien mandado y hago todo lo que mis editores digan que haga si creen que puede ayudar a que el libro capte un poco más de atención, pero no creo en las fajas. Tampoco creo en las liturgias y me pongo corbata en las bodas. Una cosa son las creencias y otra el saber estar, no espero que lo entiendan.
He conocido libreros que desfajan la mercancía a conciencia, y otros que proponían intercambiar las fajas. Colocar la que dice “Una conmovedora historia de lucha bajo el nazismo” en el último Mario Vaquerizo y la que dice “La mejor guía de mindfulness” en los diarios de Anna Frank. Por ejemplo. El librero –y yo con él- sostenía que la mayoría de los compradores no se iban a dar cuenta.
Lo que nadie puede negar es que esta hipefajización de los libros ha hecho que pierdan la eficacia que quizá un día pusieron. Si todo es especial, asombroso, soberbio e imprescindible, es que en realidad nada lo es. Si se empeñan en seguir fajando los libros, conviene buscar alternativas que de verdad llamen la atención. Por eso llevo tiempo proponiendo (sin éxito, porque lo propongo al segundo vino, y los editores a los que se lo cuento creen que bromeo: tendré que plantearlo en una reunión formal con gráficos en keynote) la faja despectiva.
Frente a la faja elogiosa, la despectiva tendría adjetivos muy desagradables. Pero lo importante no es tanto que sean críticos o destruyan el libro, sino quién los firma. Les pondré unos ejemplos fáciles: «Estomagantemente buenista. Federico Jiménez Losantos». «Me provocó arcadas. Juan Carlos Monedero». «La basura más infecta que me he llevado a los ojos. Juan Manuel de Prada». «Ni para envolver pescado. Félix de Azúa». «En el primer párrafo me mareé y me perdí. Belén Esteban». «Mierda imperialista, pura conspiración. Willy Toledo». «Más indigesto que un rebujito de garrafón. Carlos Herrera».
No me digan que no se detendrían un instante a ver qué libro es ese que ha asqueado tanto a estos personajes. No me digan que no pensarán: si a ellos les disgusta, seguro que es bueno. O seguro que a mí me gusta.
Venga, no me digan que no sería efectivo. ¿Quién se atreve?

 

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