Hombres que hablan al viento, por Marcos Pico Rentería

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Siempre he desconfiado del viento que arde de noche. No por su condición malsana, sino por su textura de traición. Su ceguera, tan serena como la mía, denunciará nuestra anomalía nocturna e inexistencia. Recordaré (palabra de un tísico mentiroso) la primera vez que me escapé de ese viento en la ciudad de cenizas. Lugar que cobija a un fénix centenario con un asfalto cuadricular. Ciudad etérea, por no decir indómita, seducida por un inglés que enloquecerá a unos tórtolos blanquinegros; ciudad donde una ama de casa esconderá en cinco valijas sus pesadillas, y mismo lugar que velará miles de voces en el azogue de la noche.

—Señor Nolan, usted no puede andar por aquí.

—¿Qué no me cree capaz, jovencito?

—¡Jovencita! Y bien sabe que no quise decir eso. Tengo que cui…

—Lamento decirle que usted ha hecho lo suficiente por mí ­—le hablo y no escuchará­—. Y no se diga más.

—Vaya a dormir que sé que buena falta le hace…

 

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De pronto, todo se lía. Volverá el escalofrío que recorrerá de la espalda a la nuca llevándome al mismo sitio con la misma jovencita —más joven y menos grosera— con una centena de libros viejos.

Volveré a escuchar al viento decirme que «recordar días que no han llegado es la única manera de acelerar el tiempo». Me imaginaré el rojo de la tormenta. Me susurrarán qué rojo es, aunque no sabría decírselos, en ese sentido no puedo ser muy fiable. En lo que sí seré fiable es en cómo imaginaré la tormenta: húmeda, llena de miedos y de voces, y que viaja desde muy lejos. No hace mucho volvió el viento con una voz un poco cálida como la arena de la tormenta. Melancólica ella, vino a quejarse de sus letras.

—Es una noche de poemas. Si se porta bien se los leo.

—No, no, no… Eso no puede ser, el viento y sus poemas—No diré nada y dejaré que mis ojos escuchen—.

Pensaré que repasar poesía no ayuda a nada. Que Quevedo ya muchas noches dejó este mundo y que el canto de Whitman ya no volverá a encantarme.

—No, si usted escucha recordará, confíe en mí.

Para ese entonces me interesará el juego del tiempo y aceptaré.

 

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—¿Cómo sigue?

—Igual. Hay veces que reacciona a las lecturas y se da cuenta dónde está.

—¿Y el medicamento?

—Nada. Ya no le sirve. Lo único que le queda es la lectura y que no se pierda.

—Sigamos con lo mismo. Esperemos que alguna voz nos lo devuelva.

 

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Caminaré hacia la estación del metro y una voz que lograré acomodar con lo podrido de unas muelas me entorpecerá el camino.

—Mis libros, Nolan. ¿Qué los hizo?

Pretenderé no escuchar. La voz, vacía de cuerpo parece haberme seguido desde la estación. Los transeúntes acostumbrarán habitar ese mundo.

—Nolan, recuerde. No tengo mucho tiempo y hay que devolver los libros hoy.

—¿Cuáles libros?

Giraré la cabeza buscando unos ojos verdes y no percibo a nada. Me daré cuenta de una mujer de ojos buenos que me sigue y me hablará de cosas que no recordaré. Le hablaré al viento y este me responderá con su aliento húmedo.

 

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Recordaré el canto de una voz que duerme gigantes. Inmensa montaña de cálida espesura. La encontraré en mi hogar. San Carlos. Mi perdición en el tiempo.

Repararé en el mismo sitio: «Retirado en la paz de estos desiertos». El fuerte aroma de la arena húmeda se aproximará a mis ojos y se sentirán libres: «con pocos, pero doctos libros juntos». Siento voces de hombres que sacarán aire malsano, pesado y conversaré al viento y recordaré que «vivo en conversación con los difuntos». Me detendré en las voces que escucharé y repetiré lo que su voz canta «y escucho con mis ojos a los muertos». Esa voz me visitará siempre y me llevará al mismo lugar. A San Carlos. Mi hogar. Mi perdición en el tiempo.

 

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Recordaré (palabra del tísico) que el viento me llevará a las gradas del recuerdo. Lugar que muestra el futuro en presente y el pasado en un firmamento de enunciados. La mentira de la memoria desaparecerá con el viento que me hizo convertir a sus personajes en personas. Vuelvo a escuchar al viento y me dice «eres ficción», y entonces, desaparezco.

 

 

Marcos Pico Rentería (Apatzingán, Michoacán, 1981) completa su licenciatura y maestría en la University of Nevada, Reno (Estados Unidos) en Literatura y Letras Extranjeras con énfasis en español. En la misma recibe un nombramiento como instructor y asistente de investigación. Actualmente cursa su doctorado en la Arizona State University (Estados Unidos) en la que enfoca sus estudios en torno a la literatura y cinematografía Latinoamericanas de la segunda parte del siglo XX y comienzos del XXI. Dos de sus guiones de cortometraje han sido producidos al igual que han recibido premios en festivales de cine como Zero Film Festival en la ciudad de Los Ángeles y el Three-Minute Film Competition en la ciudad de Reno, Nevada. Editor de la antología digital Contrapuntos: A Live Edition (2013-2015, antología viva), publicado en formato eBook, y editor de Nueve délficos. Ensayos sobre Lezama (2014, ensayo), publicado por la editorial Verbum (Madrid).

 

 

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(La fotografía de Aria Nadii, se publica bajo licencia Creative Commons.)