Garbanzos con avutarda, por Cristina Fallarás

Me acerco a comprar el libro. A una librería. Compro muy pocos libros ya. Los libros resultan muy caros ahora en España. En esta España. Aun así me acerco a comprar el libro. Es la novela de la que más he oído hablar en 2014, la más citada, la del autor creo que más celebrado en críticas, crónicas y opiniones. «Uno de los grandes», «un crítico lúcido», «todo un clásico», ese tipo de cosas. Autor español, novela española. Ya la tengo. Me siento en el AVE con tres horas por delante, dispuesta a gozar de la compra.

Ay.

Yo no escribo crítica, ¿qué iba a criticar yo? Yo escribo ahora la sorpresa tras haber leído un texto ralo y vulgar. La vulgaridad es lo peor, la vulgaridad es el asesino de la creación. Tras haber leído una construcción vieja y triste. Garbanzos. El libro que tanto me han recomendado huele a garbanzos de vigilia, con huevo duro reseco. De repente recuerdo el encuentro casual con un viejo editor hace ya cinco años. En el Círculo de Bellas Artes de Madrid hacía demasiado calor porque era invierno y todos los que tomaban café parecían atentos a una vieja actriz estiradilla como una avutarda. «En Literatura todo está ya inventado, querida», me soltó el tipo mirando alguna cosa más allá de mi hombro, «hasta que no aprendáis eso, no escribiréis no ya una buena novela, quia, ni siquiera una novela correcta».

El autor 2014 y el viejo editor: garbanzos con avutarda.

 

(La fotografía es de Jacinta Lluch Valero).