Entrevista a Constanza Ternicier, por Fernanda Bustamante Escalona

«Éste es mi espacio de máxima libertad y acepto los juicios, pero no los prejuicios» (Constanza Ternicier)

 

Constanza Ternicier (Santiago de Chile, 1985), una de las jóvenes voces de la narrativa chilena, participó en los talleres de Rafael Otano y de Pablo de Azócar, que la llevaron a estudiar Letras Hispanoamericanas en Chile. En 2014 publicó su primera novela en la ya desaparecida editorial chilena Minimocomún, Hamaca –que el año próximo reedita el sello Caballo de Troya-, y hace un par de semanas presentó su segunda novela, La trayectoria de los aviones, bajo el cuidado de Editorial Comba, en Barcelona, donde reside desde hace unos cuatro años y donde cursa un doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universitat Autònoma de Barcelona.

Aprovechamos la oportunidad para conversar sobre sus inicios en la escritura, sus últimos trabajos y sus próximos proyectos literarios.

 

Saltándonos los preámbulos y entrando de lleno en tus obras, ¿cómo han surgido tus novelas? ¿Has partido de alguna anécdota real, una imagen, una canción, una noticia…? ¿Cómo es tu dinámica de escritura?

La primera, Hamaca, partió más bien como un ejercicio de taller: un cuento que terminó siendo uno de los capítulos fundamentales del libro. Fue a partir de la lectura del cuento “Reunión” de John Cheever, que trata sobre un hijo y un padre que no se ven hace años y salen a comer. No logran conectar nunca el uno con el otro. Y entonces empecé a jugar con una voz semi infantil, medio pre-adolescente, y desde ahí fui armando una historia. Pero debo decir que sí, esta novela partió casi como un divertimento, fue una escritura que disfruté mucho, exploté en asociaciones libres e imágenes curiosas. Pero luego, sobre todo ahora con Caballo de Troya, que reeditará la novela este 2017, me ha tocado darle un subtexto más oscuro a todo ese lado luminoso e incluso medio naïf que la novela tiene. Quiero darle un peso específico mayor, porque finalmente es una novela de formación en un contexto completamente anti-formativo, y eso ha de ser poderoso.

La trayectoria.., en cambio, es una novela que surge de las más profundas entrañas. Yo simplemente necesitaba escribirla. Salió relativamente rápido, como un vómito, pero luego el trabajo de edición fue más largo. Le metí mucha mano y leí bastante: cosas de la enfermedad como lo de Sontag, tratadistas medievales y artículos médicos sobre la encefalitis. Pero sí, es una novela mucho más intimista y de carácter más autoficcional también. La música jugó un papel radical. En realidad en las dos, pero en ésta más aún. El viaje fue también sonoro y ese espacio tiene una pureza que, por cierto, las palabras nunca podrán alcanzar. Parte también con un énfasis más poético, con una rallada frente a la muerte. Diario de muerte (1989) de Enrique Lihn y El veneno del escorpión azul (2007) de Millán fueron también gravitantes en esta novela.

En general, cuando estoy muy metida en un proyecto, intento tomarme unos días 100% dedicada a la escritura. Eso me resulta más fructífero que escribir todos los días un poquito, por ejemplo. Me gusta escribir en espacios públicos, como a la intemperie. Me da una sensación de poner la intimidad al aire, que es finalmente lo que uno está haciendo. Las bibliotecas públicas de Barcelona son en ese sentido un paraíso. No hay lugar de la ciudad que me guste más que las bibliotecas, y aquí la red que tienen es increíble. También me gustan los cafés, los restaurantes. Y lo que suelo hacer, cuando ya estoy casi acabando los textos, es irme a la montaña o la playa. En Chile me suelo ir al Cajón de Maipo. Y aquí he probado con Tossa de Mar para iniciar mi próximo proyecto.

 

Tu primera novela se publicó en Chile en la editorial independiente Minimocomún, que sólo alcanzó a publicar Nascimiento (2014) de Felipe Reyes y Casa colorada (2014) de Ana Ugarte, obras con una distribución pequeña. ¿Crees que eso afectó a la recepción de Hamaca? Las críticas que recibió la novela fueron diversas, en esa situación de escritora «novata». ¿Cómo te enfrentaste a ellas?

La verdad es que la editorial Minimocomún fue un espacio que murió rápido y en ese sentido me da mucha pena, porque en Chile aún hay gente que pregunta por la novela y ya no se encuentra. Ni siquiera volvieron a imprimirla. El trabajo de difusión lo tuve que hacer íntegramente yo, una cuestión que siempre da mucho pudor. El “autobombo” es un mal necesario, pero al fin y al cabo un mal poco agradable de ejercer. Sin embargo, y pese a lo autogestionado que fue todo, considero que la novela sí se hizo notar algo. No tanto yo como autora, pero sí la novela, lo cual me parece mejor. Lo que importa son los libros, no tanto quién los escribe. La novela tuvo dos espacios de referencia, en un país donde la crítica y los suplementos literarios son super-precarios. Una la hizo Jose Promis en El Mercurio, que fue una buena crítica: se me relaciona con Fuguet y considera que marco una voz diferente dentro de las generaciones actuales. Y la otra fue en LUN, a cargo de Patricia Espinosa, que fue muy mala. No me parece mal que una crítica sea ideológica —de hecho, creo que tiene que serlo—, pero no puede ser que por culpa del boom de la autoficción, que el autor no sea distinguido de su narrador. Como dice Gide, con buenos sentimientos sólo se hace mala literatura. En su minuto no te voy a negar que me afectó, pero con el tiempo he llegado a entenderlo y, dentro de todo, me parece bien que las críticas sean ácidas y no condescendientes. Pero uno no tiene que escribir pensando en ellas.

 

Hace unas pocas semanas presentaste en Barcelona tu segunda novela en la editorial Comba, La trayectoria de los aviones en el aire. El sello se ha ido posicionando este último tiempo en España con un catálogo que se caracteriza por abrir espacio a las voces actuales latinoamericanas, publicando a Andrea Jeftanovic, Ernesto Escobar, Matías Correa, Tomás Browne, Enrique Lynch, Tatiana Goransky. ¿Cómo llegaste a la editorial Comba y cómo fue el trabajo con el equipo?

Llegué por que me la recomendó un profesor de la Universidad de Barcelona, Edgardo Dobry, y la verdad es que la conexión fue inmediata. Me respondieron rapidísimo y con mucho entusiasmo. Esa sensación de caer en un lugar donde de verdad están valorando tu trabajo y tienen una gran convicción de lo que están haciendo es impagable. Me siento tremendamente afortunada de haber encontrado un editor como Juan Bautista Durán. Es sumamente asertivo en sus apreciaciones y sugerencias. Es un gran lector. Tiene una seriedad que a mí me resulta casi de otra época y que me agrada mucho. Además, hay un respeto a mi habla local, mis giros lingüísticos. Y luego Lara es increíble también en todo el trabajo que hace en el post.

 

¿Te gustaría publicar La trayectoria de los aviones en Chile?

Me encantaría. Me parece que hoy en día es conveniente publicar con editoriales locales, porque nunca un sello extranjero tendrá la facilidad que tiene uno del propio país. Tanto con la prensa como con la distribución. Más encima en Chile. Es re-difícil. La situación de los precios los pone en desventaja, por no hablar del impuesto al libro, que es ridículamente alto (un 19%). Esto, además, me hace pensar que esa noción de sistema mundo del campo literario no opera tal como se le plantea. Espero buscarle un hogar a la novela en Chile. Tengo un par de ideas en mente, que probaré en un viaje que tengo para allá.

 

Comentaste que en esta novela la música “fue el punto de partida y de llegada”. De hecho, los capítulos de la novela tienen un prefacio de una canción, que funcionan a modo de paratexto. Un recurso similar, por ejemplo, a Las películas de mi vida (2002) de Fuguet, o más cercano aún a lo que hizo María José Viera-Gallo en su novela Verano robado (2006) ¿Cómo fue la elección de esta banda sonora?

Como te decía, para mí la música es fundamental. Es algo que está por encima de todo, que me conecta con las emociones y las sensaciones de una manera super vívida y pura a la vez. Lo de poner un soundtrack en la novela para mí resulta necesario. No creo que sea un recurso novedoso en lo absoluto. Es más, puede ser hasta repudiable porque resulta una cita muy pop. Pero creo que hay que sacarse esas autocensuras. Éste es mi espacio de máxima libertad y acepto los juicios, pero no los prejuicios. Aquí puede aparecer Chopin o Explosions in the sky. Hay referencias musicales que son más puramente sensoriales y que le dan un sentido a cada capítulo, que funcionan también como la música incidental de lo que se está contando, y hay otros casos que casi dan como la ley de valores del libro. Por ejemplo, “Language is a virus” de Laurie Anderson, y que en realidad es una cita a Burroughs, contiene toda la idea de la novela, que de algún modo está escrita en un lenguaje viral, del cuerpo, caótico, cercano a la locura. Y los virus, la enfermedad, son sinónimo de cambio. Es lo que muta, que migra, que se mueve por el aire.

 

Haciendo un pequeño adelanto, Hamaca la estás reactivando por este lado del Atlántico. Cuéntanos de esta reedición de la novela en la editorial Caballo de Troya, ¿cómo les presentaste el proyecto y cómo ha sido el trabajo de reescritura?

Llegué a Caballo de Troya porque una chica me recomendó a Lara Moreno, la editora de este año entrante de la editorial, y ella leyó las dos novelas, sabiendo que la segunda ya tenía hogar. Y justo le gustó más la primera, así que zás. Debo decir que no me lo esperaba. Es un honor tremendo.

La reedición ha sido radical. Los cambios, brutales. Se viene con modificaciones sustanciales y ha requerido mucho trabajo. Pero es entretenido. Además, es una novela que puedo mirar con más distancia; no tengo miedo a aniquilarla. En este caso, confío plenamente en la editora, de quien basta leer sus novelas para darse cuenta de lo prolija que es. Es una autora completamente pulcra, que escribe ahí donde nada falta y nada sobra. Y creo que yo, un poco “más sucia”, tengo un estilo más proliferante, incluso repetitivo, que se hace necesario depurar. No me molestan para nada los controles de cambio. Yo también trabajo en edición y soy súper receptiva con ese trabajo. Si tengo que sacar o cambiar, lo hago.

Además, como te decía, nos toca darle un peso específico mayor a esta novela, una hondura e incluso cierta oscuridad que siempre ha estado latente, pero ahora debe quedar un poquito más expuesta, con sutileza, a través de detalles, eso que es tan difícil de lograr y en lo que tal vez también consiste la literatura.

 

Si bien tanto La trayectoria… (2016) como Hamaca (2014) están marcadas por argumentos, estilos y ritmos narrativos diferentes, hay varios puntos de contacto entre ellas, como son los juegos onomatopéyicos, los trabajos con las estructuras, la representación de un imaginario juvenil urbano hedonista y narcotizado, y particularmente el desarrollo de la figura de los padres –de hecho, la segunda novela está dedicada a tus padres-, por nombrar algunos. ¿Cuáles sientes que han sido los principales cambios que ha tenido tu escritura, así como esos tópicos o giros que se mantienen?

Creo que mi escritura es más proliferante que minimalista. A mí no me va mucho lo de la brevedad, el libro mínimo, los grandes espacios en blanco. Creo que hay que tener un tremendo talento para hacerlo, si es que lo haces bien.

En Hamaca, por ejemplo, para mí fueron muy importantes los juegos de ingenio y el humor. Era una manera de trastocar la realidad y desde ahí producir una belleza, no sé. Tipo las greguerías de Gómez de la Serna, guardando las proporciones, donde hay casi una fórmula de humor más ingenio.

Hay algo sumamente visual en lo que escribo, además. Para mí sería increíble poder llevar mis novelas al cine. Mi hermano es cineasta y gracias a él, que además me lleva a zonas súper incómodas y más peliagudas (la tortura, el suicidio, la dictadura), he podido soltar la mano. Co-escribimos una película que se estrenará este 2017 en Chile y que trata sobre un delator de la dictadura, basada en un periodista que está hasta hoy en día al aire. También tenemos otros proyectos en mente. Nos juramos los hermanos Coen o los hermanos Dardenne, Les Ternicier (risas). Y es por eso mismo que yo cuido mucho la estructura. Sigo las leyes de la dramaturgia tipo Chéjov: si hay un arma colgada en la primera escena del primer acto, en el segundo acto alguien tiene que dispararla.

Me tomo mucho tiempo para planificar, casi me hago grillas de personajes, de cómo se cruzan, de dónde generar los plots, cómo mantener la intriga. Es algo que me apasiona mucho. Me parece re-difícil, pero lo hago.

Sobre las temáticas, pues sí, la verdad es que espero que con esta segunda novela el conflicto con los padres quede por un rato estacionado. Lo necesito (risas). De todos modos, ese espacio tan cerrado, que es la familia, siento que se abre progresivamente: el salto de la primera novela a la segunda lo deja en claro, por ejemplo, a nivel espacial. Hamaca transcurre casi toda en una burbuja, porque hay una crítica a esa élite pija de neo hippies que viven en la Cordillera y son re-engrupidos con todo. La segunda, en cambio, es más una novela de trayecto. Hasta desde el título. Son los viajes, la sensación de ser un extranjero en un espacio tan curioso como puede ser un hospital de Londres. Es una novela pre-Brexit, pero donde esa cosa xenófoba polite igual ya estaba presente.

Por último, no le tengo miedo al hedonismo. No sé quién se inventó que la literatura tiene que ser sufriente. Siento que la palabra carga en sí misma con un juicio tremendo (como con la palabra perversión, por ejemplo), es valorativa por definición. Yo no hago una apología de la droga o de la fiesta. Y creo que eso queda totalmente claro en la segunda sobre todo. Creo que ahí, además, tal como sucede con el humor, el hedonismo también deja presente el dolor. Pero no lo sufriente. Eso a mí me suena a obra de teatro amateur con esa impostura de la voz que detesto.

 

Has estudiado un máster en Literatura Comparada y actualmente te encuentras realizando tu tesis doctoral sobre narrativa chilena reciente en la Universitat Auònoma de Barcelona. En este sentido, ¿cómo han influido los estudios literarios y la teoría en tu escritura?

Intento que cuando escribo la teoría no esté tan controlada. No me gusta la literatura tan cerebral. Me parece que lo literario es un espacio sagrado que se puede pervertir con muchas cosas, pero no con la cita tan controlada. Ahora, en el proceso de re-escritura y edición, sí que me nutro mucho de la teoría. El texto La enfermedad y sus metáforas de Sontag, por ejemplo, para el caso de La trayectoria. Y allí es cuando re conecta lo uno con lo otro. Y es maravilloso cuando esto ocurre, porque es mucho más orgánico, más natural. Y yo como lectora, independiente de las lecturas que tengo que hacer en mis estudios, soy libre también. No leo siguiendo un syllabus muy estricto. Y si algo no me gusta o no me atrapa, hoy en día lo dejo. Pese a todo, debo decir que la teoría por sí misma me gusta un montón. O sea, yo te digo que algunos de mis libros favoritos de la vida en realidad son libros teóricos, muchos de los cuales no he podido leer enteros ni entender a cabalidad pero que siempre me gusta revisar, como El ser y el tiempo de Heidegger. Y también otros que para mí han marcado toda mi epistemología, como El árbol del conocimiento de Maturana y Varela. Me gusta mucho Maurice Blanchot, Benjamin y Sloterdijk. De lo que no soy muy lectora es de libros de historia; pero ahora, pensando en los proyectos que tengo en mente, creo que tendré que hincarles el diente.

 

Tu investigación apunta a la incipiente “generación” actual de narradores y narradoras chilenas con un enfoque cartográfico. ¿Cómo ha sido trabajar la obra de tus coetáneos?, ¿en qué puntos sientes que dialogas o no dialogas con ellos? (teniendo en cuenta que tú estás construyendo tu carrera fuera del territorio chileno).

Sí, la verdad es que casi me sentí interpelada a cartografiar mi generación. Más allá del valor literario, porque hay muchos autores de mi corpus de investigación que a mí, en lo personal, no me gustan (hay otros que sí, y mucho, como Alia Trabucco, Cristián Geisse, Rodrigo Olavarría, Constanza Gutiérrez o Pablo Toro), pero sentí que era necesario dar cuenta de lo que estaba pasando. No es una generación de choque, pero sí hay cosas nuevas e interesantes, sobre todo lo que ocurre a nivel del campo literario. Parece ser que las editoriales pequeñas e independientes están pautando mucho más que las mainstream o las grandes transnacionales. Me resulta un bonito trabajo poder decir algo sobre ellos, acerca de quienes sólo hay apariciones en la prensa de divulgación, pero no se ha sistematizado aún desde la academia. Ahora bien, yo en ningún caso me incluyo. Me encuentro un poco al margen, más bien, no tan parte de todos ellos. Entonces queda claro que tampoco estoy haciendo una tesis para mis amigos. Quiero decir, tengo amigos en el grupo, que son algunos de los que más me gustan, pero no así en su conjunto. No soy representante de nadie. Y claro, es lo que tú dices, yo estoy aquí re-lejos. Publiqué Hamaca y me vine a hacer mi doctorado. Hay temas en común y me parece demasiado soberbio decir que soy única y diferente a todos ellos, porque tampoco es así. Se cruzan temas que siento que son trancas que tenemos como chilenos. El rollo con la clase social, por ejemplo. Hamaca marca un resentimiento con las élites hippies y La trayectoria… desarrolla el encuentro de una clase media chilena en un sistema de salud extranjero. También está el tema del desarraigo, la experimentación con las drogas, que no estaba tan presente en la literatura chilena y que ahora sí ha comenzado a aparecer. Está también la latencia de la dictadura y cierta pregunta de fondo media identitaria.

Sin embargo, yo no me siento afiliada a este “grupo”. Me siento más libre, no tengo que imitar ni forzar nada.

 

Más allá de la reedición de Hamaca y tu tesis doctoral, ¿qué otros proyectos de escritura tienes en mente?, ¿sobre qué te gustaría escribir?

En algún momento me gustaría editar mis cuentos. Tengo algunos sueltos que tendría que trabajar un montón. Tengo ganas de salirme de mí misma. Necesito probar con otras voces incluso totalmente ajenas a mí. Cuando estaba editando La trayectoria… decidí meter eso de los cuadernos del padre, que la protagonista se encuentra tirados. Y me gustó mucho ponerme en ese otro pellejo. Sobre todo, me gusta mucho la idea de escribir desde la voz de un hombre. Es maravilloso que la literatura te permita incluso travestirte. Entonces, mi próxima novela, que más bien creo que estará en tercera persona, va a tener a la ciudad de Barcelona como protagonista. La idea es que sea una historia coral con diferentes personajes, muchos migrantes, que pululan por aquí. Igual habría un foco inevitablemente en Chile, y desde ahí quisiera también explorar la relación que existe entre mi país y Cataluña. Por otra parte, me parece re-interesante el movimieno okupa y anarquista que hay acá. Me gustaría que aparecieran personajes relacionados con eso y conectarlos con algunas referencias históricas. Creo que me tendré que documentar mucho y quiero que así sea. Un trabajo más lentejo será, que quiero darle aire. Incluso he pensado en hacer algunas entrevistas.

En la parte investigativa, debo decir que estoy un poco harta de lo tan contemporáneo. Me gustaría seguir desarrollando investigación sobre narrativa actual, pero analizando cómo ella establece, o bien omite, algunos diálogos con la tradición literaria. También me gustaría investigar sobre novelas de formación. Pero eso ya si que es de largo aliento y de solo pensarlo me angustio un poco.