Resumen anual, por Juan Bautista Durán

Que toda lista literaria es subjetiva, eso lo sabemos de sobra, incluidas, si nos ponemos exquisitos, las listas de ventas. ¿Por qué unos libros llegan más que otros al lector? Pero los números son los números. Y nadie se propone aquí discutir los números, nada más que darles decorosamente la espalda.

Los cinco títulos que aparecen a continuación son las cinco novedades de 2017 que a título personal, habiéndolas leído, me parecen más destacables. Ninguna de ellas es superventas, aunque estar ahí cerca, en alguna de las listas que los suplementos culturales traen semana tras semana, habría sido una grata noticia. No digo para el autor, que también, ni para el editor, que obvio pues a nadie amarga un dulce; digo para el lector. Y para el conjunto del país, claro, ese eufemismo que tanto se emplea de un tiempo a esta parte —el conjunto—, para no decir los españoles o España simplemente, y se permite así que el conjunto esté formado de realidades paralelas, cogidas tan sólo por el hilo de alambre de la economía y las listas de ventas. Y ya se sabe que a la economía, cuanto mayor sea la estabilidad, cuantos menos vaivenes experimente, mejor le va.

Para que este negocio funcione, decía recientemente la editora de un importante sello español, «lo mejor es ceñirse a dos reglas básicas: publicar en abundancia, aunque no se tenga tiempo para defender todos los títulos, y saber qué libros merecen una apuesta». Ahí está el ojo de la editora, en la segunda regla, y por tanto su orgullo; está la parte más literaria de un oficio que debe adaptarse a marchas forzadas a los nuevos tiempos, a esta era digital tan incierta. Y debe hacerlo con solvencia para mantener un marco abierto, en el que sea posible la publicación de obras agudas que puedan arrojar nueva luz a las incertezas y los discursos actuales. Publicar en abundancia es una manera de conseguirlo, pero lo que en realidad interesa, y más en estas circunstancias, es separar el grano de la paja.

Una de las mejores noticias de 2017 fue la recuperación de los Cuadernos Anagrama, antigua colección —entonces en papel muy humilde— en la que Jorge Herralde sacaba opúsculos de corte político o de análisis literario, tales como los diálogos seleccionados de José Lezama Lima en Casa de las Américas. La colección se llama ahora Nuevos Cuadernos Anagrama, y de los seis que salieron este año quisiera destacar el lúcido texto de Marina Garcés, Nueva ilustración radical, un grito al ciudadano para que despierte frente al mundo contemporáneo. Cito un fragmento: «Es un combate del pensamiento contra los saberes establecidos y sus autoridades, un combate en el que se confía una convicción: que pensando podemos hacernos mejores y que sólo merece ser pensado aquello que, de una forma u otra, contribuye a ello. Rescatar esta convicción es empezar a encontrar los indicios para hilvanar de nuevo un tiempo de lo ‘vivible’.»

En Anagrama también, en la histórica colección Narrativas Hispánicas, la publicación de Museo animal, del costarricense Carlos Fonseca, es un nuevo paso hacia la novela total dentro del marco hispano, cada vez más presente y determinante en Estados Unidos. Una realidad social que se amplifica a través de obras como ésta. Con sólo treinta años, Fonseca ha escrito una novela polifónica en la forma y el fondo, con una fuerza narrativa que se mantiene pese a los cambios de voz y que consiente largas digresiones artísticas, punto clave del libro. «Seguimos inventando relatos del fin», tal como reza el epígrafe de Don DeLillo, salvo que el fin hoy día está lejos de Dios y no tiene otro consuelo que sus propios efectos, lo que cada cual esté dispuesto a dar. Y que esto sea una obra de arte, ahí está la cuestión. Que sea arte. Fonseca traza una historia impactante que abarca desde los movimientos sociales posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta el nuevo milenio.

En un nivel menos conceptual pero intensa igual, la nueva novela de la autora cubana Karla Suárez abarca esa misma época. Rastrea la participación de Cuba en la guerra de Angola, en lo que fue una especie de campo de batalla durante la Guerra Fría. Publicada por Editorial Comba, El hijo del héroe narra la historia de un chico que perdió a su padre en dicha guerra y que años después decide investigar, no sólo qué le pasó al padre, sino qué guerra fue aquélla. El ejército cubano acudió en 1962 en apoyo a las fuerzas soviéticas, una misión que se postergó hasta la caída del muro de Berlín. Diecisiete años de guerra, de la cual la población cubana apenas tenía noticia. Suárez se centra en las consecuencias de esa guerra, tantos ciudadanos que debieron partir y sólo algunos de los cuales volvieron. Y en qué circunstancias, los que volvieron. Una novela que pone en relieve la fuerza y la inteligencia narrativa de Karla Suárez, pero que, sobre todo, trae a la autora de vuelta para el lector español. Con toda su obra traducida al portugués y al francés, entre otros idiomas, y con premios en su haber como el Gran Premio del Libro Insular, en España sin embargo no disfruta de la continuidad editorial que merece. «A veces me siento una autora francesa que escribe en cubano», bromea.

Para casos particulares, de todos modos, el de Marcelo Cohen. Reconocido traductor en varios idiomas y autor de una obra tan singular como original, para muchos en cambio es totalmente desconocido. Títulos como Insomnio, El sitio de Kelany o El oído absoluto no figuran en el imaginario de muchos lectores de primer orden, por no hablar de propuestas tan contundentes como la novela Donde yo no estaba. Es un ‘rara avis’ del que la editorial Malpaso reunió este año las mejores crónicas y ensayos, bajo el título Notas sobre literatura y el sonido de las cosas, donde lo mismo reflexiona sobre la poesía de Zurita que sobre un regate de Maradona o el oficio de traductor. Siempre inteligente, siempre retando al lector.

Uno se siente tentado de marcar con lápiz páginas enteras de Cohen, y desde luego que habría sido lo mejor puestos a glosarlo para fin de año, pero no se dio el caso. El collage habría desbordado el artículo, además. Con Cohen aprendemos «lo que significa aprender, la rigidez y la pérdida de todo aprendizaje», sea esto lo que sea. La cita pertenece al poemario de Mariano Peyrou El año del cangrejo, publicado por Pre-Textos. Peyrou convoca a un tiempo los anhelos futuros y la nostalgia de la niñez, con un estilo y una versificación muy personal. Apela a una juventud que todavía es pero se percibe de otro modo, y que nos obliga a dibujar, pero no como cuando éramos pequeños, sino a la inversa: ahora tenemos que aprender a salirnos de la línea. «En el año del cangrejo nos acostumbramos a caminar de lado para no despertar a nadie», dice el primer verso del poemario. Y así es como debemos pasar de un año al otro, de lado, tan discretamente como nuestros sueños nos permitan.