Entrevista a Manuel Moyano, por Nieves B. Jiménez

«Una novela nunca debe renunciar a poseer una tensión narrativa interior»

Con su última novela, El Abismo Verde, el escritor Manuel Moyano (Córdoba, 1963) homenajea a los clásicos de la novela de aventuras y de la narrativa fantástica. Es uno de los escritores de relatos más destacados de nuestra narrativa actual. Con una sólida trayectoria de títulos como La coartada del Diablo -premio Tristana de Novela Fantástica-, ‘El Experimento Worlberg’ y ‘Travesía Americana: de San Francisco a Nueva York por carretera’, entre otros, propone rutas misteriosas, sobresaltos y sorpresas como definió Luis Mateo Díez. Preciso en sus argumentos, tramas bien estructuradas y cuidado estilo. Con su estreno novelístico, El Imperio de Yegorov, fue finalista del premio Herralde 2014. Ya ultima dos nuevos trabajos que verán la luz este próximo otoño.  

 

1.- ¿Qué es y dónde se encuentra El abismo verde?

Geográficamente, en la novela ese abismo verde hace referencia al Amazonas, a lo más remoto y profundo de la selva sudamericana. Pero, desde el punto de vista metafórico, el abismo verde es el lugar donde las convenciones, las normas y las seguridades sobre las que se sustenta la sociedad humana desaparecen. Es el lugar donde los protagonistas se enfrentan a la naturaleza en las mismas condiciones que el resto de los animales. Representa la vuelta a los orígenes, a una era previa a la civilización.

2.- Su literatura nos invita a revivir aquellas lecturas de aventuras que llenaron nuestra adolescencia y nos transportaban a lugares llenos de misterio. Atrapa al lector en una atmósfera inquietante. La ambientación en medio de la selva, el contraste de civilización y primitivismo que nos llevan a Verne, El corazón de las tinieblas, de Conrad, Stevenson, etc. son lecturas confesadas a lo largo de sus narraciones.

Tal vez sea algo propio de mi generación. Nací en el año 1963 del pasado siglo (dicho así, parezco viejísimo) y en esa época los narradores clásicos de aventuras como Verne, Wells, London, Stevenson, Salgari y un largo etcétera estaba muy en boga, ya fuese a través de libros, tebeos o películas; y eso a pesar de que, ya entonces, eran autores relativamente antiguos. Yo seguía con fruición esas narraciones que solían transcurrir en escenarios exóticos y en las que los personajes debían luchar por su propia supervivencia contra fenómenos meteorológicos, animales salvajes o malvados de toda índole. Aquello era pura aventura, que creo que es algo que en buena parte ha desaparecido como género, igual que aquellos autores han sido algo relegados. La literatura parece ir hoy por otro lado. Pero la atracción por la aventura nunca desaparecerá del ser humano, y eso es lo que, modestamente, he querido plasmar y homenajear en esta novela.

3.- La historia es inquietante: un joven sacerdote español que atraviesa una profundísima crisis de fe acaba “castigado” en un olvidado pueblo del Amazonas, Agaré, que en tiempos fue la explotación de cobre más grande del país. ¿La historia podría verse también como una exploración profunda hacia el alma humana?

Sí, en parte la novela es una exploración psicológica, porque la mera sucesión de peripecias es algo que puede terminar por resultar aburrido, como descubrimos en muchas películas del Hollywood actual, que en su necesidad de hacer dinero a toda costa parece haber perdido el norte. Esta novela pretende explorar la contradicción existente entre el instinto (que traemos de fábrica) y toda la serie de convenciones, tabúes y creencias que nos han ido inculcando desde que abandonamos el vientre materno y nos adentramos en el mundo exterior.

4.- A veces lo más insignificante te aboca a casi una catástrofe. Sus tramas surgen, en ocasiones, de cosas sin importancia para crear una historia de categoría. 

Reina una superstición generalizada, que de algún modo todos compartimos, según la cual la Historia sigue una determinada dirección y las cosas ocurren como obedeciendo a una especie de plan secreto. Desde esa perspectiva, tendemos a pensar que los grandes acontecimientos son generados por hechos o sucesos importantes y que no podían haber ocurrido de ninguna otra forma. Sin embargo, esto es totalmente falso. La historia de la humanidad está llena de grandes tragedias, revoluciones o cataclismos que tuvieron su origen en hechos ínfimos y azarosos. Siempre me viene a la cabeza el mismo ejemplo: si Hitler hubiera aprobado su examen de ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena, la Segunda Guerra Mundial no hubiera tenido lugar; al menos, no del modo en que ocurrió. Pero los ejemplos de esta ausencia de “necesidad” en la Historia son infinitos.

5.-También, lo mejor de su narración, en ese retrato a veces asfixiante de ese abismo verde, es su ya habitual sentido del humor.

Para mí, la buena literatura lleva siempre una carga de humor, y sin ir más lejos citaré a Cervantes, Kafka, Borges o Bukowski, que están plagados de ironía e incluso de algunas escenas hilarantes. No suelo soportar los libros ni las películas en los que no quede ni un solo resquicio para el humor, aunque sea subterráneo. El humor es la fórmula para relativizarlo todo, para aceptar y proclamar que todo es relativo, porque hasta nuestras mayores tragedias pueden ser insignificantes contempladas desde fuera. Tal vez el universo entero sea simplemente la broma de un dios burlón que está pasándoselo en grande a nuestra costa. El humor implica no tomarse nada demasiado en serio, empezando por uno mismo.

6.- Ese viaje a lugares remotos, los peligros en una naturaleza desconocida, o el misterio que rodea a los personajes, todo transmite una atmósfera misteriosa e inquietante y, en realidad, es como el espejo en que se miran sus personajes. ¿En una palabra, podría decirse que la atmósfera es un personaje más de sus novelas?

Sin duda, y en particular lo es en esta novela. La selva sería uno de los principales personajes, o el principal, porque al ser, como dices, el espejo en el que se miran los demás personajes, los obliga a cambiar, los transforma, de tal modo que al final no son los mismos que antes de enfrentarse a la selva y de ver reflejado en ella su yo profundo. Conrad tuvo que viajar de joven al África profunda, como marino, y dejó escrito esto: “Antes del Congo, yo era sólo un animal”. Quería decir que antes de enfrentarse a la selva él era simplemente otro ser vivo más, algo que existía y ya está; sólo después del Congo adquirió verdadera conciencia de sí mismo y de lo que significa ser humano y de lo que implica formar parte de este extraño universo.

7.- La tensión entre lo clásico y lo contemporáneo; entre lo que la vida nos deja y lo que imaginamos: el deseo de aventura. ¿La realidad no nos conforta lo suficiente?

Puede que ése sea uno de los defectos y, a la vez, una de las grandezas del Homo sapiens. Que la realidad como tal nos parece insuficiente. Quien tiene gatos en su casa, se habrá preguntado alguna vez cómo pueden llevar esa existencia anodina sin que ello parezca preocuparles lo más mínimo. Nuestra especie –o muchos de sus miembros– no puede conformarse de la misma manera en que lo hacen los gatos. Necesitamos más, y ése es el origen de todos los logros y de todos los males. Pascal decía que todos los problemas del hombre provenían de su incapacidad para quedarse sentado a solas en una habitación. Sea como fuere, muchos de nosotros no podemos conformarnos con la realidad tal cual y tenemos que modificarla o, incluso, crear otra adicional. Toda la sociedad humana se basa en la creación de mundos ficticios paralelos, superpuestos al mundo físico. Recomiendo a gritos el libroSapiens. De animales a hombres, de Yuval Noah Harari, una de las visiones más lúcidas del ser humano que he leído en mucho tiempo.

8.- Le gusta cuidar al lector, mantenerlo en tensión, no es de los que ofrece todo fácil en el camino. En definitiva, la escritura es la vida que crece, se transforma y nos hace ser soñadores. ¿Se trata de narrar la vida para que otros la imaginen?

Hay muchos modos de afrontar la literatura, pero yo creo que una novela nunca debe renunciar a poseer una tensión narrativa interior. Debe haber una flecha que apunte hacia alguna parte, aunque sea de manera solapada. Eso es lo que más me gusta encontrar si leo ficción y, por tanto, lo que trato de ofrecerle al lector. Pero tampoco es la única manera válida de escribir.

9.- Clásicos como Rudyard Kipling o Jonathan Swift, desarrollaban un discurso sobre el ser humano, su barbarie. “No hay depredador más peligroso ni más cruel para nosotros que nuestros propios congéneres”, decía en La agenda negra.

Los dos autores que citas son realmente admirables, y ambos sentían bastante reticencia respecto al ser humano, en particular Swift. Visto en su conjunto, el ser humano es algo realmente terrible, espantoso. La Historia es una galería interminable de tragedias, crueldades y horrores. Es imposible leer un libro de Historia sin sentirse sobrecogido. Desde los albores hasta la actualidad. El siglo XX, que acaba de terminar y podría pretenderse que perteneció a un estadio evolutivo más avanzado, registró sin embargo los horrores orquestados por Hitler y Stalin, quienes dieron a sus congéneres la oportunidad de alcanzar cotas de sufrimiento difícilmente superables.

10.- Una vez Louis Malle, el director de cine, dijo algo como: “A medida que me hago mayor me interesan más los sentimientos que las ideas”. ¿Estamos en este punto?

No sabría decirte. Si por ideas entendemos ideologías, desde luego que estoy de acuerdo. Las ideologías en general han acarreado bastantes males al hombre. Si es verdad que estamos acercándonos al fin de las ideologías, quizá eso suponga también la reducción de la barbarie. Ojalá. Pero, si por ideas entendemos conceptos filosóficos, reflexiones sobre la naturaleza humana y el universo, entonces me interesan tanto como los sentimientos. Tal vez, incluso, más.

11.- Decía en una entrevista que “siendo poco más que polvo cósmico, nos comportamos como si todo lo que llevamos entre manos fuera importantísimo”.

Es la gran paradoja de nuestra existencia, y la que quizá nos permite sobrevivir y seguir siempre adelante. La mayoría de nosotros somos plenamente conscientes de nuestra transitoriedad y de la secreta inutilidad de todo, pero, aun sabiéndolo, invertimos nuestra vida en proyectos que a la larga siempre están condenados al fracaso. La especie desaparecerá antes o después, y con ella todos sus logros, tanto individuales como colectivos. Por ello, el ser humano es un ente básicamente optimista, un ser de un optimismo incurable, porque, sabiendo todo esto, no deja sin embargo de afanarse… Claro que, de otro modo, ¿a qué íbamos a dedicarnos si no?

12.- Cuando observa la calle, ve la televisión, lee los periódicos cada día, ¿qué le produce más inquietud?

Lo que me inquieta de verdad es que, en algún momento, las noticias dejen de inquietarnos. Eso querrá decir que habremos llegado a una especie de anestesia moral, causada por la sobreabundancia de información, del mismo modo en que un estudiante de Medicina deja pronto de sentirse impresionado por la visión de los cadáveres.

13.- Es reconocido y valorado por sus relatos cortos. Leí una vez que una novela corta  “representa el reto más difícil para un escritor, es un desafío de la perfección”.

No sé de quién es la cita, pero la comparto plenamente. Para mí, que sufro de cierta tendencia al perfeccionismo, el relato es un terreno cómodo, ya que siento que puedo llegar a dominarlo. Es posible aspirar a la perfección en textos de una, dos, tres o cuatro páginas… Pero, cuantas más páginas tenga un texto, más difícil resulta acercarse a ese objetivo. De ahí que la novela sea un reto, porque el afán de perfección puede resultar paralizante, y para conseguir escribirla es preciso dejar ese sentimiento un poco de lado. Hay que pensar que muchas grandes novelas son irregulares y que contienen pasajes y capítulos decididamente imperfectos. En eso se parecen a la vida.

14.- Anagrama describía su trabajo como “aventuras y policíaca, ‘thriller’ político, sátira social y relato de ciencia ficción, todo ello a la vez”. El imperio de Yegorov sorprendió al lector por su audacia técnica, por la originalidad de su trama y por su ritmo imparable. Lo escribió en quince días. En ocasiones le he escuchado decir que le asombra la gente que dice que hace un libro en dos años, que se aburriría en el camino. Opina que tiene que ver con la inspiración, que no es algo que se sostiene por mucho tiempo. El imperio de Yegorov posee un ritmo intenso porque está escrita bajo el mismo estado. Explíquenos esto.   

Hay un tipo de escritor digamos funcionarial o burocrático que dedica todos los días determinado horario a escribir, por ejemplo de ocho a una, y así una mañana tras otra, hasta perpetrar una novela, sin importarle el tiempo invertido en ello. Meses, años. Yo sigo teniendo una visión casi mística de la creación, igual que los griegos cuando hablaban de la musa. Creo que la inspiración es avara y que, cuando uno consigue agarrarla de la pata, no debe soltarla bajo ningún concepto, porque en cualquier momento echa a volar y se nos escapa. Por tanto, una vez se tiene atrapada la inspiración, hay que escribir como una bestia, deprisa, sin descanso. Ya digo que ésta es mi forma de verlo, y creo que en buena parte es errónea, porque, entre otras cosas, impide hacer novelas demasiado largas. Probablemente tenga algo que ver con características psicológicas como la impaciencia y la inseguridad en la propia valía.

15.- También se caracteriza por dejar enigmas para que cavile el lector. ¿Callando también se escribe? Como los silencios en teatro… En algún lugar ha hablado de la teoría de Hemingway sobre escribir cuentos: “Él explicaba que un cuento debe mostrar sólo la décima parte de la historia, como los icebergs. Es la teoría de los icebergs aplicada a la literatura. Yo te voy contando con unas pocas frases e intuitivamente tú ves todo lo que hay debajo”.

Estoy convencido de que la elipsis es uno de los grandes recursos de la narrativa, tanto en literatura como en cine; incluso en música. La elipsis deja en manos del lector o del espectador completar una parte de la historia, y creo que eso tiene un gran efecto estético, un efecto incluso emocional.

16.- No en vano, dice de usted Luis Alberto de Cuenca: “Manuel Moyano es un narrador excepcional. Tiene la magia del chamán que recita los mitos etiológicos de rigor en las largas noches de invierno, al calor de la hoguera primordial”. Un lujazo saberle un escritor que abriga al lector, lo atrae a la lectura y le hace entrar en otros mundos con gusto.

No sé muy bien a qué obedece que una determinada persona decida escribir, pero creo que proviene del placer que ha sentido y siente al escuchar a otros narradores o chamanes, y que, de alguna manera, hace que quiera convertirse en uno de ellos para generar ese tipo de placer en los otros. Como todas las cosas, tampoco ésta tiene en el fondo demasiado sentido. Pero nos gusta, nos hace felices, y eso es suficiente.

17.- Comenzó escribiendo relatos y se planteó el desafío de la novela. Parece que se demandan más novelas, pero existe un gusto ahora más por el género de autoficción, los diarios por ejemplo. Así como las editoriales que antes apostaban por una ficción pura y dura, tramas, con un patrimonio, en definitiva, de personajes, ahora parece que menos. Decían por ahí que sólo nos queda el recurso de releer a los clásicos.

No estoy cerrado a ningún tipo de género ni de forma narrativa. Es más, disfruto muchísimo leyendo cartas, diarios, dietarios, aforismos y textos similares. A menudo más, incluso, que leyendo pura ficción. Tal vez tenga que ver con el ansia íntima de cotilleo que todos tenemos. En cualquier caso, todo forma parte del acervo humano. Y la autoficción, hoy tan en boga, me gusta. Lo único que importa es que esté bien escrita, que haya detrás un autor con talento. La forma en que se manifieste ese talento es tal vez lo de menos.

18.- Se dice que cada vez abundan más las no-novelas.

Cela dijo una vez que novela es todo aquel libro en cuya portada está impresa la palabra “novela”. Resulta difícil señalar los límites de lo que llamamos novela. Bienvenidos sean todos los experimentos y ensayos que se hagan. Unos fracasarán y otros no. Quizá estén hoy gestándose formas de novela o géneros literarios que aún ni sospechamos. Particularmente, entreveo un género futuro que se plasmará a través de los libros electrónicos, y en el que el autor podrá incorporar imágenes, audios y vídeos a sus textos. Todo lo que se está haciendo ahora parecerá cosa de un pasado remoto.

19.- Es un placer hablar de su gusto por viajar. Viajes no necesariamente programados. Irremediablemente me viene a la memoria Jack Kerouac y su famosa En el camino. Cuénteme aquella anécdota de unas camisetas que se vendían en la recepción del neoyorquino hotel Chelsea, citado en canciones de Leonard Cohen y Bob Dylan. No compró ninguna camiseta pero algo trasladó en Travesía americana. De San Francisco a Nueva York por carretera(editorial Nausícaä), el resultado literario de un viaje en familia.

Ese viaje fue una de las más intensas experiencias que viviremos nunca mi mujer, nuestros dos hijos y yo. Más de un mes a la aventura en un Chevrolet gris alquilado, desde el Pacífico hasta el Atlántico, recorriendo todos los mitos de la cultura norteamericana, que son también los nuestros. Ese pasaje en concreto se refiere al hotel Chelsea, un edificio pintado de rojo en el Greenwich Village de Nueva York cuya fama se debe a sus huéspedes. Por ejemplo, Leonard Cohen y Patti Smith tuvieron allí una noche de sexo. También leí que Bukowski se alojó en él, atraído por su renombre, aunque no le gustaba nada Nueva York. Dylan Thomas se tomó en la cantina del hotel Chelsea la friolera de catorce whiskys seguidos; ni siquiera un alcohólico redomado como él pudo soportar tamaño exceso: ya no vio nacer un nuevo día.

20.- Creo que Pedro Olea casi lleva al cine la novela La coartada del diablo con la que ganó el premio Tigre Juan. Cuénteme sobre sus proyectos inmediatos. ¿Qué lleva entre manos?

El proyecto de aquella película llegó a estar bastante avanzado. Pedro Olea había localizado los exteriores y Michel Gaztambide había escrito el guión. Creo que se barajaban ya determinados actores. La productora percibió incluso suculentas ayudas del ministerio. Pero entonces vino la crisis económica, la productora se arruinó (al parecer con una película de Vicente Aranda que fracasó) y tuvieron que echar el cierre. Hace unos años, Olea todavía mencionaba el proyecto en algunas entrevistas. De todo eso todavía queda hoy rastro en internet, pero sospecho que ya no se llevará a cabo. Al menos, no con las mismas personas. A menudo los lectores me han dicho que de mis libros podrían hacerse buenas películas, así que no descartemos la posibilidad de ver algún día uno de ellos adaptado al cine. El tiempo lo dirá. En cuanto a proyectos, este otoño verán la luz dos nuevos libros: la novela La hipótesis Saint-Germain, en Algaida, que ha ganado el premio Carolina Coronado y que creo gustará al público lector, y la novela para niños Aventuras del piloto Rufus, que aparecerá en Raspabook con unas ilustraciones de extraordinaria belleza debidas a Francisco Javier García Hernández. Tengo más proyectos en ciernes, pero por el momento prefiero hablar sólo de estos dos. Aunque todo sea vano e inútil, no puedo dejar de sentirme ilusionado con ambos libros. La naturaleza del hombre es incurablemente optimista. Por eso seguimos aquí.