Marta Fuembuena recomienda a David Herranz

Algún filólogo o algún sociólogo o algún estudioso de la ignota relación entre la geografía y la literatura tendría que desplazarse a Zaragoza, montar su campamento y explicarnos qué ocurre en esa ciudad para albergar a tantos buenos escritores, editores y libreros. Los lectores deben incluir las coordenadas mañas en su GPS, y en su listado de autores imprescindibles a la poeta Marta Fuembuena.

Tiene libro reciente, Iniciación de los muros (El Gallo de Oro, 2014), del que Jorge G. Aranguren destacó «tres virtudes (…): equilibrio, madurez y mesura. Con estos tres reyes de la baraja ella juega su partida en solitario para después mostrarla con calculada sagacidad». Una obra que se une a otros poemas anteriores, La excusa de los días (Comuniter, 2009; Alas de barrilete, Guatemala, 2014) y Del peligro de suerte (Quadrivium, 2012), así como el libro Turrones para Sender (Tropo, 2011), que reúne la correspondencia entre su abuelo Eduardo y el autor de Réquiem por un campesino español.

Pedimos a Marta Fuembuena que nos descubriera a un autor fundamental, menos conocido de lo que mereciera por la altura de su obra. Marta apunta a un nombre, y a un título: el poemario Canis Mutus, de David Herranz (S.T.I, 2011) «o el Pájaro Reichelt», puntualiza con poesía. Prosigue:

«Un hombre, cualquier hombre. No. David Herranz, en Canis mutus, construye una colmena desde donde observar lo misteriosamente finito de la percepción, lo temerosamente inabarcable de aquello que imagina. El punto exacto donde la intersección del vuelo y su caída, más allá del bien y del mal, convierten el impacto en acierto involuntario. Un hombre se ha salvado. Quien lea Canis Mutus quizá comprenda que no es posible separarse de él sin antes haberse sentido aliviado».

Y escoge para nosotros un botón de muestra; un poema de Canis Mutus, de David Herranz:

EL EXTRAÑO

De todo cuanto hable de tu paso
por este mundo, deshazte.
Solo tú has de saber que has existido,
y ni esto.
Si haces bien este trabajo,
descuida, la muerte te guardará el secreto.

Ni un cabo olvides a tu partida
del que puedan tirar de ti hasta justificarse.

 

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