El diario de Manuel Rivas

A partir del 13 abril llegará a las librerías el nuevo número de la revista Eñe, con textos encargados y seleccionados por la escritora Belén Gopegui. Hasta entonces te dejamos con un aperitivo: el comienzo del diario de Manuel Rivas, que podrás encontrar íntegro en la revista. ¡Que lo disfrutes!

20 de diciembre

ESPAÑAHOGÁNDOSE

El estilo es la precisión, decía Ignacio Aldecoa. No hay que torturarse por el olvido. Somos lo que recordamos. Somos lo que olvidamos. Recordar duele. Olvidar, también. La precisión sería: el recuerdo olvidado. Como la conjugación de la historia que propone Josep Fontana: un presente recordado. De entre todos los olvidos, uno de los que más duele es el de Aldecoa. En la boca de la literatura, el dolor del olvido se asemeja al hueco de una muela caída, del que tomas conciencia cuando hurgas con la lengua. El presente recordado de la literatura en España podría definirse con esta precisión: «La boca torcida y los dientes ruinosos producían una media sonrisa que parecía una raja en un saco de trigo» (El hombre en el olvido, Christina McKenna). Otro que duele, Blas de Otero. ¡Con qué coraje se pelea con la historia! Esa precisión punzante y trascendente a un tiempo de «Un vaso en la brisa»:

Para qué hablar de este hombre

cuando hay tantos que esperan

(españahogándose) un poco de luz…

He ahí el presente recordado, el pasado reactivado: espa-ñahogándose.

21 de diciembre

DESANIMADO SECRETO

A vueltas con la precisión. La ridícula guerra contra el adjetivo. Esto ya es viejo. «El adjetivo está de capa caída. Sí, señores. Está de capa caída el adjetivo, parásito del sustantivo», escribió Julio Camba en un artículo de 1956 y lo ilustró con la historia de una visita a una camisería en Londres: «Había cientos de corbatas divididas en varias secciones. Good silk (buena seda). Tres chelines con seis peniques, decía la primera sección. Beautiful silk (hermosa seda). Cinco chelines, decía la segunda. Best quality silk (seda de la mejor calidad). Siete chelines, decía en la tercera. Y, por último, sobre la cuarta y postrera sección aparecía un letrero con esta sola palabra: Silk (seda). Una libra y doce chelines… En aquella tienda me convencí yo no solo de la inanidad del adjetivo laudatorio, sino también de su acción contraproducente en la mayoría de los casos». La tienda, la seda y Julio Camba juegan con los adjetivos, que tintinean como chelines. El resultado es una sonrisa. Lo que hay que mantener a raya es la pleitesía del lenguaje, la patética grandilocuencia, el karaoke periodístico de pavoroso incendio y marco incomparable. Pero otra cosa patética es declarar anacrónico el adjetivo con el fanatismo de los cortadores de césped de fin de semana. ¡Arriba las manos, va a caer un ángel!, avisaba Tristan Tzara. Y el ángel era un adjetivo. A ver quién es el boludo que se atreve a quitarle los adjetivos al «Barrio Norte» de Borges: «Ese disperso amor es nuestro desanimado secreto».

 

Photo By: Fotografía de Isa Boente