No se ha leído tu libro, ¿y qué?, por Sergio del Molino

Cuando escucho las quejas de algunos autores (no de los más veteranos, sino de los que empiezan a chapotear en estas charcas), me dan ganas de impartirles un taller de relación con los medios. Quizá las editoriales grandes deberían ofrecer a sus promesas y grandes esperanzas blancas un taller para manejar la promoción, para ahorrarse disgustos y ser más eficaces. Podría llevar por título: «El periodista no se ha leído tu libro, ¿y qué? Supéralo».

Quizá he tenido suerte, pues no recuerdo que hayan puesto en mi boca frases que no he dicho, ni he tenido que desmentir un titular. Sí que me he leído muchas idioteces y me he llevado las manos a la cabeza al ver un titular entrecomillado atribuido a mí, pero eran idioteces y frases que había dicho. Que estaban sacadas de contexto y de tono, por supuesto, pero las había dicho. La torpeza era mía, por haber bajado la guardia. O tal vez se debía a que el periodista era bueno y había conseguido sacarme un titular que yo no quería dar. El arte de la entrevista consiste en eso, y los buenos entrevistadores aprovechan tu debilidad y las tácticas de la conversación para hacerte decir cosas en público que sólo deberías decir en privado. Cuando eso sucede, hay que asumir la derrota como un caballero y ser más espabilado la próxima vez.

Como adelanto a ese taller, que puedo impartir en cualquier grupo editorial (pregunten por mis tarifas, son tan escandalosamente caras que no podrán resistirse), ofrezco aquí una serie de sugerencias para el escritor novato que se enfrenta por primera vez a una campaña de promoción de su libro.

  1. El periodista no es tu amigo. Incluso aunque lo sea. Indudablemente, en muchos casos lo es. Este es un mundo profesional pequeño y promiscuo donde los amigos y los ex novios se cruzan en cada sarao, pero aun en el caso de que vengas de tomarte unas copas en Malasaña con tu amigo el que trabaja en la sección de cultura de El País, en el momento en el que enciende la grabadora y te hace la primera pregunta, deja de ser tu amigo. La amistad se suspende durante la entrevista. Si no entiendes esto, te arrepentirás cuando veas la página publicada: las frases que se dicen los amigos entre sí rara vez caen bien puestas en un periódico.
  2. Una entrevista no es una conversación. La entrevista es un género y una técnica profesional. Quien te entrevista (con suerte) está adiestrado en su táctica. Una conversación es un fin en sí mismo. En el caso de la entrevista, la conversación es un medio para conseguir un fin: sacarte un titular y caracterizarte como un personaje interesante. El interés no tiene por qué ser positivo. Un asesino también es interesante. De hecho, es mucho más interesante que alguien que no asesina. Si tienes un lado oscuro y no quieres enseñarlo, no se lo enseñes.
  3. No se ha leído tu libro, ¿y qué? En las buenas secciones de cultura, los redactores vendrán con tu libro leído y subrayado. Probablemente sepan de él más que tú mismo, que sólo lo has escrito sin pensarlo demasiado. Pero también tendrás que atender a periodistas que no se lo habrán leído. Ofenderse por ello es idiota. Si no eres capaz de contar tres o cuatro cosas sobre tu libro a alguien que no lo ha leído, ¿para qué haces promoción?
  4. Eres odioso, da gracias por que no te den un puñetazo. De acuerdo, has escrito la mejor novela de la literatura occidental de los últimos quinientos años. Bravo, eres un genio. Pero para ese redactor de agencia eres lo peor de su mañana. Viene de una rueda de prensa y le quedan cuatro citas más antes de comer. No podrá pasar tu entrevista hasta las diez de la noche, entre teléfonos que suenan y jefes que berrean. Todo, por un sueldo de miseria y amenazas de despidos masivos. Nada le puede importar menos que tu genialidad. Además, él también tiene vocación literaria (¿por qué te crees que es periodista cultural?) y está escribiendo una novela que juzga mucho mejor que la tuya. De hecho, siente como una injusticia enorme que seas tú el entrevistado y no él, que lo merece mucho más y lleva una vida infame de explotación laboral. Considérate afortunado de que te haya tratado con amabilidad, te haya escuchado con atención y haya encontrado un hueco en su medio para venderte como contenido.
  5. No corrijas al entrevistador. Sí, ha dicho mal el título de tu libro. Sí, ha confundido los personajes. Sí, dice que es tu primera novela y es la segunda en realidad. Déjalo correr. Nada cae peor que un puntilloso que corrige al periodista en cada pregunta. Es igual de arriesgado que ser tiquismiquis con un camarero: te puede escupir en el plato. El periodista tiene tu reputación en sus manos: ¿cómo quieres que te recuerde cuando transcriba la entrevista? Eres escritor, sabes los secretos de la edición. Yo he sido periodista (tal vez aún lo soy) y el gran poder mágico del que gozaba era, ante un material en bruto, tener la capacidad para presentar al personaje como me diese la gana. No importa lo que digas: con las mismas palabras puedes sonar a carne de premio Nobel o a imbécil analfabeto.

Más consejos en mi próximo taller de promoción para escritores en prácticas. Pregunta en tu editorial para la matrícula y los horarios.

 

Imagen: Stéphane Peres (Todos los Creative Commons)